Agitando las alas / Flapping the wings

Agitando las alas / Flapping the wings
6 agosto, 2014 Sheila Curiel

Cuando escribes un blog o publicas algún dato personal en una red social, sueles contar lo bonito que es todo, el precioso color que tiene el cielo ese día o las maravillosas flores que hay a lo largo del camino. Contamos lo bien que nos sentimos o lo genial que nos va la vida. Pero nadie te cuenta los malos momentos o el feo aspecto que toman las flores cuando se marchitan.

No quiero que este sea un post triste o desalentador, ni mucho menos. Pero no nos engañemos, no es oro todo lo que reluce. Incluso viviendo un sueño, incluso sintiéndote pleno y feliz, todo el mundo tiene momentos de flaqueza y desánimo. Te sientes como un pájaro atrapado en una red, agitando las alas con fuerza para escapar y poder seguir volando. Supongo que es algo normal, y que al leer esto, tus labios hacen una mueca dándome la razón.

Estando lejos de los tuyos, ¿te has sentido solo alguna vez? ¿Has tenido ganas de coger un avión y volver a casa sin importarte el esfuerzo que has dedicado hasta llegar ahí? Yo si lo he sentido, lo confieso. Y creo que no soy la única. Somos humanos y, como tal, forma parte de nuestro caminar. Sinceramente, creo que es muy importante ser fuerte y aprender a estar solo, a disfrutar de la soledad, pero sin dejar de necesitar a las personas o un buen abrazo de vez en cuando.

Estar solo no es lo mismo que sentirse solo.

Dicen que necesitamos un mínimo de cuatro abrazos al día para sobrevivir. Y cuando te sientes solo, la mejor medicina es, sin duda, un abrazo. Da igual de quien provenga, lo importante es la energía que trasmite. Y notar como te envuelve con sus brazos y acaricia tu espalda dándote su protección y compartiendo su energía contigo para hacerte sentir mejor. Y entonces sobran las palabras.

Es extraño pensar que solo me desahogo de verdad plasmando las palabras en un papel y siendo el lápiz el cómplice de mis secretos. En los viajes en metro, o en la oscuridad de mi alcoba, le cuento cada uno de ellos de la manera más sincera.

No puedo evitar que se me encharquen los ojos al describir estás sensaciones. Cuando estás lejos de casa, los días pasan deprisa y, a la vez, muy despacio. Esta ciudad incita mucho a caminar y perderte entre sus calles. Es maravillosa, pero a veces sientes una sensación rara porque puedes estar rodeado de muchísima gente y sentirte solo, más solo que nunca. Gritar y sentir que nadie te está escuchando. Y hay días en los que, simplemente, necesitas alejarte de todo eso. Sales de casa y caminas. Caminas esperando descubrir nuevos rincones, una mirada, o una sonrisa que te inspiren para seguir adelante.

Cuando piensas en la ciudad de Nueva York notas como te vienen a la mente imágenes de edificios interminables, gente caminando a toda prisa y mucho estrés. Sin duda, estás en lo cierto, es así. Pero también hay otra Nueva York inundada de zonas verdes y con una cantidad de árboles desmesurada. Parques en los que te puedes adentrar y perderte hasta el punto de sentir que te encuentras en un bosque. Y toda señal de que estás en la capital del mundo, de pronto, desaparece. Ya no escuchas nada. Silencio. El tiempo se para por un momento. Es solo un corto momento. Pero tu mente se relaja y respiras. Respiras profundo y no puedes evitar sentirte aliviado, aunque solo sea por un instante. Te sientas sobre el verde césped, a veces frio, a veces húmedo por la lluvia. Miras al cielo y descubres los pedacitos de luz que se cuelan por entre las hojas de los árboles. El aire acaricia tu piel suave, lento, Y entonces cierras los ojos y aparece una imagen, aparecen ellos. De pronto, puedes visualizar a tu familia, a todos tus amigos… Recuerdas sus sonrisas y lo bien que lo pasasteis aquel último día antes de la despedida. Y aunque intentas evitarlo, una lágrima brota atravesando tus pestañas y resbalando por tu mejilla. Y abres los ojos, y vuelves a aquel bosque, pasando de estar solo a sentirte solo. Y te entra la «morriña», y lloras mientras sonríes ante esa situación tan agridulce. Sabes que estás en el sitio que debes estar, pero te gustaría que la teletransportación ya fuese un hecho para, en un chasquido de dedos, aparecer en el salón de tu casa durante un momento, durante lo que dura un abrazo, una caricia o simplemente suspiro de alivio. Te gustaría que aquellos que echas de menos estuvieran ahí contigo, disfrutando también de la brisa que mece tu pelo y acompañándote en el arduo camino.

Echar de menos creo que es una de las cosas más bonitas que te pueden suceder cuando estás lejos. Puede sonar extraño, pero es mucho más sencillo de lo que parece. Es la parte que demuestra que este post habla de algo positivo. Echar de menos significa que hay gente importante a tu alrededor en la que piensas y, en la mayoría de las ocasiones, que también piensa en ti. Lo triste seria irse lejos y no tener a nadie a quien echar de menos, que te esté esperando o que tenga un momento para escribirte para ver como va todo, atento y preocupado por que todo te salga como lo llevas planeando desde niña. Sin estar, están. Y están mucho más cerca de lo que a veces pensamos. Despiertan sensaciones que solo cuando hay cariño son posibles de palpar. Recibir una visita que no esperas, o que cada vez que hagas una video conferencia tu estomago note como se entrelaza un pequeño nudo y al colgar sientas un pequeño desaliento, o derramar lágrimas después de ver una foto de aquella boda a la que no pudiste asistir, o un sencillo mensaje de alguien que te quiere dándote ánimos para que no te rindas. Todo eso es lo que hace que todo por lo que estás luchando merezca un poco más la pena.

No hay que tener miedo de volar lejos, ni de quedar atrapado en alguna red de soledad momentánea, por que con el fuerte agitar de tus alas lograrás escapar para poder seguir tu camino.

Yo, por mi parte, no tengo miedo de seguir volando y agitando mis alas lo más fuerte que puedo.

Y si, te extraño. Y si, te necesito. Y se que me estás esperando… Pero cierro los ojos y te encuentro. Y estoy contigo.

Y te abrazo, te abrazo, te abrazo, te abrazo.

……..

When you write a blog or post some personal data on a social network, you usually talk about how beautiful everything is, the beautiful colour of the sky that day, or the wonderful flowers along the way. We tell how good we feel or how great life is going. But no one tells you about the bad times or how ugly the flowers look when they wither.

I don’t want this to be a sad or discouraging post, far from it. But let’s not fool ourselves, not everything that glitters is gold. Even living a dream, even feeling complete and happy, everyone has moments of weakness and discouragement. You feel like a bird trapped in a net, flapping your wings hard to escape and keep flying. I guess it’s something normal, and as you read this, your lips may twist, agreeing with me.

Being far from your loved ones, have you ever felt lonely? Have you wanted to take a plane and go back home regardless of the effort you’ve put in to get there? I have felt it, I confess. And I think I’m not the only one. We are human, and, as such, it’s part of our journey. Honestly, I believe it’s very important to be strong and learn to be alone, to enjoy solitude, but without stopping needing people or a good hug from time to time.

Being alone is not the same as feeling alone.

They say we need a minimum of four hugs a day to survive. And when you feel alone, the best medicine is undoubtedly a hug. It doesn’t matter who it comes from; the important thing is the energy it conveys. And feeling how it wraps you with its arms and caresses your back, giving you its protection and sharing its energy with you to make you feel better. And then words are unnecessary.

It’s strange to think that I only really vent by putting the words on paper and making the pencil the accomplice of my secrets. On subway rides or in the darkness of my room, I tell each of them in the most sincere way.

I can’t help but tear up describing these sensations. When you’re far from home, the days pass quickly and, at the same time, very slowly. This city encourages a lot of walking and getting lost in its streets. It’s wonderful, but sometimes you feel a strange sensation because you can be surrounded by a lot of people and feel lonely, lonelier than ever. Screaming and feeling like no one is listening to you. And there are days when you simply need to get away from all that. You leave the house and walk. You walk hoping to discover new corners, a look, or a smile that inspires you to keep going.

When you think of the city of New York, you notice how images of endless buildings, people walking in hurry, and a lot of stress come to mind. Undoubtedly, you are right, it is like that. But there is also another New York flooded with green areas and an enormous number of trees. Parks where you can venture in and get lost to the point of feeling like you’re in a forest. And every sign that you’re in the capital of the world suddenly disappears. You don’t hear anything anymore. Silence. Time stops for a moment. It’s just a short moment. But your mind relaxes, and you breathe. You breathe deeply, and you can’t help but feel relieved, even if only for a moment. You sit on the green grass, sometimes cold, sometimes damp from the rain. You look up at the sky and discover the bits of light that filter through the tree leaves. The air caresses your skin gently, slowly, and then you close your eyes and an image appears. They appear. Suddenly, you can visualize your family, all your friends… You remember their smiles and how much fun you had that last day before saying goodbye. And even though you try to avoid it, a tear wells up, crossing your lashes and sliding down your cheek. And you open your eyes, and you return to that forest, going from being alone to feeling alone. And you feel homesick, and you cry while smiling at that bittersweet situation. You know you’re where you’re supposed to be, but you’d like teleportation to be a reality already so that, in a snap of your fingers, you could appear in your living room for a moment, for the duration of a hug, a caress, or simply a sigh of relief. You wish those you miss were there with you, also enjoying the breeze that tousles your hair and accompanying you on the arduous journey.

Missing someone, I think, is one of the most beautiful things that can happen to you when you’re far away. It may sound strange, but it’s much simpler than it seems. It’s the part that shows that this post is about something positive. Missing someone means that there are important people around you that you think about, and most of the time, they also think about you. The sad thing would be to go away and not have anyone to miss, waiting for you or taking a moment to write to see how everything is going, attentive and worried that everything goes as you’ve been planning since you were a child. Without being there, they are. And they are much closer than we sometimes think. They awaken sensations that only when there is affection are palpable. Receiving an unexpected visit, or every time you have a video conference, your stomach feels a small knot intertwining, and when you hang up, you feel a slight disappointment, or shedding tears after seeing a photo of that wedding you couldn’t attend, or a simple message from someone who loves you giving you encouragement so that you don’t give up. All that is what makes everything you’re fighting for worth a little more.

You shouldn’t be afraid to fly far away, or to get caught in some net of momentary loneliness because with the strong flapping of your wings, you’ll manage to escape to continue your journey.

As for me, I’m not afraid to keep flying and flapping my wings as hard as I can.

And yes, I miss you. And yes, I need you. And I know you’re waiting for me… But I close my eyes and find you. And I’m with you.

And I hug you, I hug you, I hug you, I hug you.